Las anémonas invaden el jardín

Las anémonas se desarrollan en 120 especies de colorido resultado. Pertenecen a la familia de los Ranunculaceae. Su presencia es común en paisajes europeos y asiáticos.

Relacionan su descubrimiento a un noble llamado Bachelier, francés y botánico, que a finales del S XVII viajó a Constantinopla y se enamoró de esta flor. Decidió que su hallazgo era muy valioso como para compartirlo. Es por eso que se dedicó a cultivarla celosamente en su jardín. Pero nuestra protagonista llama la atención le guste o no. Captó la mirada de un hombre que formaba parte de la corte y, aprovechando una visita a su casa, robó unas semillas y las cultivó en su jardín. Los cortesanos quisieron tener acceso a la planta también y el secreto de Bachelier se tiró por tierra

Comparte nombre con una especie animal marina, cercana a las medusas o los corales.
Son muchas las historias que tienen a la anémona como protagonista.
Floriografía
Durante la época victoriana (1837 – 1901) las flores se convirtieron en una de las formas de transmitir mensajes codificados. Una forma de manifestar sentimientos sin la necesidad de usar palabras. Esto provocó el nacimiento de la floriografía o lenguaje de las flores.

Según este lenguaje, la anémona significa inestabilidad, un dato retorcido por ser una flor que se usa en ramos de novia con bastante normalidad. Se relaciona con la vulnerabilidad que genera el amor. Dos enamorados que no pueden estar juntos sienten una fusión de sentimientos difícil de llevar. La intensidad, la fragilidad, los celos, el desamor y la ira son las protagonistas de sus historias
Mitos y leyendas sobre las anémonas
En la región fenicia y judea la palabra anémona significa flor del viento y pertenece a la diosa Venus.
Anemos en griego es viento; la hija del viento
El primer mito griego nos cuenta que Adonis nació en un mirto. Su madre había cometido incesto y la condenaron a convertirse en ese mirto. Adonis tuvo la suerte de ser muy guapo y llamaba la atención de muchas diosas. Pero solo una consiguió llevarle al huerto: Afrodita, la diosa del amor. Motivado por un ataque de celos, el dios de la guerra, Ares, le mandó un jabalí para que acabase con él. Como resultado de esta tragedia griega, cada gota de sangre que caía de Adonis se convertía en anémona y cada lágrima de Afrodita originó las rosas.

La segunda es una historia de las consecuencias del despecho, el desamor y los celos.
Había un jardín habitado por varias ninfas, entre ellas, la ninfa de las flores, también conocida como Cloris. Céfiro, o el espíritu del viento de occidente, frecuentaba el jardín con la intención de encandilar, sin éxito, a Cloris, que se reía de él. Céfiro no se daba por vencido y seguía yendo al jardín y fue así como conoció a otra ninfa, llamada Anémona, con un carácter mucho más amable, más joven y tierna. ¿El problema? Que Cloris era como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer, y se puso celosa de Anémona. Detonada por un ataque de celos, desterró a su rival, la convirtió en flor y la condenó a morir en el bosque. Inventó una sarta de mentiras para justificar la ausencia de Anémona y asegurarse la atención de Céfiro. Pero él ya se había enamorado y no olvidaba a la ninfa. en uno de sus paseos por el bosque se encontró con la flor, ya moribunda. La protegió y se la llevó para que creciese. Cloris consiguió lo que quería, que no pudiesen tocarse nunca. Él ayudándola a reproducirse sin poder tocarla.
Tipos de anémonas que cultivamos
Para ver las anteriores que teníamos, click aquí

Anemone
Las anémonas más comunes, las que vemos en las floristerías normalmente, son híbridos de Anemone Coronaria, un pequeño tubérculo parecido a una trufa reseca, del que parece imposible que salgan tal cantidad de flores. En agua duran muchísimo, y van creciendo en el jarrón, como los tulipanes. Conviene mirar detenidamente el centro, que es de un color que complementa perfectamente el de los pétalos: morado oscuro casi negro en la azul; negro en la roja; verde en la blanca… y debajo de la flor tienen una «coronita» de sépalos rizados verdes, como unas enaguas muy coquetas.





Anémonas japonesas
Las anémonas japonesas son totalmente diferentes; para empezar, florecen al final del verano, pero desde la primavera son muy decorativas; las hojas se parecen a las de la vid, son grandes y tapizan el suelo antes de que aparezcan las flores. Les gusta estar a la sombra, y florecen mejor con humedad alta. Nuestra preferida es la más simple, «Honorine Jobert», de sólo seis pétalos blanco puro, y con un centro amarillo y verde, que resalta la pureza del color y la simplicidad de la forma. Es la que más se parece a la silvestre, anemone hupehensis.


El resto de variedades son variaciones del rosa. Es fácil que midan más de un metro, si están en las condiciones idóneas. Son las más altas de la clase. Suelen denominarse Anemone x hybrida, seguido del nombre de la variedad.
Anémonas silvestres

Y el tercer grupo de anémonas del que vamos a hablar, porque es igual de común en nuestro país, es el de anémonas silvestres. En los bosques caducifolios, desde abril hasta junio, aparece como un manto de coronas de hojas verde rojizo, que acaban en una flor delicadísima, que va del blanco al rosa tenue; es la anemone nemorosa.

También es fácil ver, aunque ésta plantada en los jardines, la anémona blanda, que aunque no es originaria de nuestro país, se aclimata con mucha facilidad y florece cada año una vez introducida. La más vistosa es de color azul brillante, pero hay rosas, malva y blancas. Es muy parecida a la nemorosa, pero más compacta y baja.