Jaras

Las jaras son plantas muy útiles para jardines que no se riegan, porque son oriundas de Europa y África, y crecen en las típicas dehesas de nuestro país; son plantas de matorral, garriga, maquis…
En cambio, al igual que las encinas y las plantas aromáticas que crecen en esos lugares (Lavanda, tomillos, helicrisum, etc), si las regamos en verano, que es su época de reposo es fácil que las matemos.
Es un error muy común, no hay más que comparar las encinas en su medio natural con las que se han rodeado de césped y riego artificial (Campos de golf, urbanizaciones, piscinas…): aparentemente están más lustrosas, pero al cabo de unos pocos años empiezan a agonizar y acaban muriendo. En cambio las que sufren el calor y sequía parecen casi muertas, pero en otoño reviven y en primavera florecen de una manera espectacular, viviendo mucho tiempo y reproduciéndose sin problemas.
El nombre, cistus, viene de la palabra griega kiste, que significa «caja», porque las semillas están en una especie de cápsula que parece una cajita llena de cosas, que suenan al moverlas el viento.
Las hojas son pegajosas en casi todas, porque tienen una especie de resina pegajosa, que es lo que les da ese olor tan especial.
Son muy resistentes, no necesitan nada más que un poco de agua en primavera y otoño para prosperar, no hay que podarlas, pero si molestan se puede hacer sin problemas, y aguantan perfectamente las heladas, así que son ideales para cualquier jardín en nuestro país.
Lo malo: también hay, claro. Florecen sólo una vez, en primavera, y el resto del año no es una planta preciosa en ningún sentido, no tiene una forma original, ni hojas bonitas, ni color especial; es un matojo. Además, se muere de repente sin avisar, y a veces dura pocos años.
A pesar de eso, es una planta fundamental en el tipo de paisaje que abunda en el centro y costa mediterránea de España, y en otras zonas, es muy útil para sitios que no se riegan o de costa, porque tolera perfectamente la sequedad y el viento.



Los pétalos de las flores de especies que las tienen grandes parecen de papel o seda arrugada cuando se abren, y se van estirando con el sol y creciendo. Es un espectáculo y atraen muchos insectos. Duran sólo un día, porque son muy delicadas, pero merece la pena observar cómo se despliegan. Además, cada planta da muchísimas.




La combinación de colores es delicadísima; son diferentes las manchas del centro, según el color del pétalo: rojo en las purpúreas o rosas y más oscuro en las blancas. La base del pétalo es amarilla y el centro también. El verde grisáceo de las hojas de las variedades de flor rosada es el complemento perfecto, mientras que las de flor blanca tienen las hojas verde oscuro. Además, tienen un relieve rugoso y áspero que contrasta con la textura etérea de las flores.
Y la que llega un poco cuando le apetece es esta, tan pequeña como Cistus monspeliensis (unos 3 o 4 centimetros) y ha aparecido a estas alturas, en pleno Junio