Carbayera del Tragamón

No nos hemos podido resistir hacer una entrada con este espacio.
Fue declarado Monumento Natural en 2014 – ya era hora-, porque ahora es cuando empieza su temporada más espectacular, con su alfombra de flores que no ha hecho más que empezar.
A propósito, rogamos a los jardineros municipales que no sieguen hasta julio, que faltan muchas especies por florecer, y que si no hay flores no hay frutos; si no se dejan madurar éstos, no hay semillas; y si no hay semillas no hay plantas. Es sencillo.

¿Son de verdad tan feas las praderas donde hay hierba de más de diez centímetros? No es un campo de fútbol. Todas estas plantas atraen y alimentan a determinados insectos que si no dejamos a las plantas completar su ciclo vital también desaparecerían; éstos a pequeños mamíferos, y así sucesivamente.
Las praderas deben protegerse, si no desaparecerán muchas especies que han formado parte de nuestros paisajes durante siglos. Es nuestra responsabilidad conservarlas para las siguientes generaciones.


Insistimos:
Praderas, no césped ni hierba.
La pradera es una comunidad de seres vivos en constante evolución; no debemos interrumpirla a nuestro capricho. Es un equilibrio que funcionó durante siglos y no lo vamos a mejorar.
Cada elemento que la ocupa tiene su evolución, y combinados forman este sistema de vida, que se va modificando en función del clima de cada año, y tradicionalmente por los animales herbívoros, que comen la hierba y con sus pezuñas compactan el suelo y transportan semillas.
Debemos colaborar a mantener esta comunidad viva, interviniendo lo mínimo. Se puede segar, porque ya no hay animales que pazan en la hierba, pero respetando el ciclo vital de la plantas que componen la pradera.